Día -2: Rumbo a Río

Salimos a eso de las 5 mañana de Aeroparque en un vuelo de cabotaje. Pero ya antes de partir empezamos con el pie izquierdo porque nos detectaron que uno de los bolsos de mano tenía un trípode que tendríamos que haber despachado con las valijas. Así fue que arrancamos con $400 pesos menos. Pero no nos importó mucho porque nuestro objetivo era otro: respirar clima olímpico en Río de Janeiro.
Cuando llegamos a Iguazú nos encontramos con Alberto, el taxista que nos estaba esperando para llevarnos a suelo brasileño. En Foz do Iguazú eran como las 7 de la mañana y, si bien el aeropuerto estaba abierto, los locales comerciales abrían más tarde, a las 10 puntualmente. A esa hora nos tomamos un buen café con leche sin medialunas ni facturas pero sí con un pedazo de masa chicloso con queso adentro que no recuerdo el nombre. No era muy rico pero había hambre y lo comimos medio rápido para después tomarnos el vuelo hacia Belo Horizonte, hacer escala en San Pablo, y llegar seguramente cansados a la supuesta Ciudad Maravillosa.

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Siesta de 5 minutos post desayuno fuerte en Foz do Iguazú

Resulta que la inquieta de mi novia, Silvina, preguntó si en lugar de volar a Belo Horizonte, había disponibilidad para ir a San Pablo directo sin tener que pagar un monto extra, y por suerte se nos dio. Arribamos al inmenso aeropuerto de la ciudad industrial de San Pablo después del mediodía con un cielo gris, con destino, ahora sí, a Río.

 

El vuelo no fue del mejor debido a las turbulencias, y entonces el avión subía y bajaba para buscar estabilidad (esto es una deducción de un viajero amateur). Era divertido sentir esa adrenalina en el estómago en esas casi dos horas, pero no para mi novia que se le partía la cabeza ni para la joven del asiento de al lado que terminó desmayada de tanto movimiento.
Por fin en Río nos encontramos con un día muy nublado, como en San Pablo, con muchos taxis amarrillos que se ofrecían a 145 reales hasta nuestro lugar de alojamiento: Barra Da Tijuca. En esa ciudad nos esperaba una tal Ayllin de 28 años, la estudiante de Ingeniería Electrónica que conocimos mediante Airbnb. Con la expectativa que nos significa conocer a alguien con quien solo hablamos por Skype y WhatsApp nos tomamos un colectivo azul desde la puerta del Aeropuerto hacia “Barra” que nos salió 17 reales y tardó dos horas y media en llegar a nuestra parada. Ahí me di cuenta que la única forma de ir a Barra Da Tijuca es por la avenida que costea las playas, y por eso es que siempre hay embotellamiento de vehículos, porque todos van por la única ruta que existe.
Después de tanto viaje, de tanto caminar desde la parada hasta encontrar el departamento donde estoy ahora tipiando este texto, de tanto preguntar a cualquiera por la calle Jornalista Enrique Cordeiro, llegamos a nuestro hogar por 19 días a alrededor de las 20 cansados pero felices, y por fin conocimos a Ayllin. Tímida, respetuosa, solidaria y simpática. Esa fue la primera impresión, aunque no sabíamos que se guardaba algo que nos iba a condicionar toda nuestra estadía…
Todo iba tal cual lo habíamos hablado vía WhatsApp en cuanto a la forma de pago del alquiler, los días a alquilar, el uso de la cocina, las habitaciones, los baños, todo. Todo perfecto. Ella nos había dicho que se iba a quedar algunos días y otros se iba a la casa del padre para dejarnos la casa sola. Hasta ahí ningún problema. Pero a las dos horas de nuestra llegada, mientras hablábamos con Ayllin sobre las costumbres brasileñas, entraron dos muchachos vestidos de rojo vivo, con las credenciales de los Juegos Olímpicos y toda la vestimenta de voluntarios al pie del cañón. Los saludamos, pensando que eran amigos de nuestra nueva amiga, pero no. ¡¡¡Resulta que los tipos eran hindúes y estaban alquilando uno de los cuartos!!!
No teníamos ni tenemos problema alguno en convivir pero el arreglo había sido otro. A partir de ese momento, teníamos que pensar un poco más en mantener las cosas más ordenadas porque sabíamos que Rakesh y Rajat, también las usarían.
En fin, lo importante fue que llegamos al destino, y que queríamos descansar porque al otro día, el -1, íbamos a empezar respirar clima olímpico.

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