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Ciltius, Altius, Fortius: Habemus Jogos

Es de tarde en Brasil. La playa de Copacabana sigue llenándose de gente. El día empieza a perder temperatura y el viento comienza a soplar cada vez un poco más fuerte. Pero el sol se mantiene firme en las alturas. Como las banderas de la marcha del Partido de los Trabajadores contra el presidente interino Michel Temer. Se han reunido en la AV. Atlántica y prometen avanzar hacia Ipanema cortando la calle, portando banderas, pancartas y un solo grito al unísono: «Fora Temer».

Brasil está inmerso en un contexto socio-político histórico. El impechment que alejó a Dilma Rouseff del poder hace unos meses atrás se siente. Y fuerte. Contrarresta con el color y la alegría que viven los turistas y residentes a quienes les sientan bien los Juegos Olímpicos. «No queremos que Temer siga siendo el presidente. Se han violado nuestros derechos constitucionales, y no solo en Brasil, en muchos países de América Latina», nos cuenta una residente, mientras sostiene fuerte su cartera entre la multitud.

La congregación toma mayor protagonismo. Los dirigentes políticos toman la palabra y avanzan. Marchan cantando, con los puños en alto y las banderas flameando. El viento ayuda. Paradójicamente, a escasos metros turistas almuerzan, sacan fotos, sonríen. Algunos no lo entienden, otros, se hacen los distraídos.

Nacho Amiconi

Nacho Amiconi

Rápidamente la multitud camina. Tomados de la mano, en bicicleta, algunos con la familia completa. Se despiden de Copacabana con un grito que cambio con el paso de los minutos. Ya dejó de ser «Fora Temer», el lema ahora es «Viva Dilma».

Al dejar Copacabana, por naturaleza, los pensamientos fluyen. Van y vienen. ¿Esta bien que un juego olímpico se lleve a cabo en un país sensible por su presente?. La respuesta llega sola, estas cosas no se pueden cambiar a último momento. No corresponde cambiarlas, no deben ser cambiadas. Ni pensarlo.

Luego de un viaje intercultural en la línea 1 y 2, rodeados de nacionalidades y colores de todo tipo, llegamos a la estación Maracaná. Al bajar lo primero que se ve es una pelota de fútbol, la bandera verdeamarela en la alto y voluntarios que indican el destino de quienes tienen entradas o la acreditación oficial. Por lógica nuestro camino es otro. Caminar, mirar, pensar. Ir de acá para allá en busca de un lugar para la foto, para el video, para llegar. Las vueltas son eternas. Los lugares cada ves más cerrados, pero las esperanzas no se pierden. Es el momento. Estamos acá, llegamos. No hay que dudar.

Cuando las esperanzas cedían en el malhumor acompañaba la negación constante de no poder ingresar al estadio, la suerte nos acompaña. Un desorientado chino camina con kilos de cámara, pregunta por donde tiene que pasar para ingresar al preciado y repleto puente. Los periodistas ya se ubican. Hay que pensar rápido. Actuar.

Los planetas se alinean, el chino no habla español. No nos puede delatar. «Venimos con él. Producción, producción» es todo lo que alcanzamos a soltar. Pero alcanza. Estamos en el puente periodístico, nuestro fotógrafo sonríe. Nos abrazamos. El momento se guarda para siempre.

Nacho Amiconi

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A partir de acá todo fue alegría. Había que ponerse rápidamente a trabajar. Recolectar material. Producir. Estábamos a las afueras del Maracaná, con periodistas de todo el mundo, charlando, compartiendo momentos, sin envidiar sus credenciales, la nuestra fue el alma.

Las casualidades nos acercan a Nacho Lemus, corresponsal de Telesur para Río de Janeiro. Nos escucha hablar y nos pregunta de que parte de Argentina veníamos. La cuidad de las diagonales. Sonríe. «Yo soy de Buenos Aires, pero hace años vivo acá en Brasil. Les pregunto porque hoy me sacaron de un programa de radio desde allá y coincide que es de La Plata». No solo coincide eso, sino también que nuestro colega de camisa gris floreada fue entrevistado por «Pajaritos en el Aire» por la mañana. Ya todo deja de ser casualidad y se convierte en una causalidad remota.

En ese preciso instante, y mientras la noche sigue custodiada por el ejército verdeamarela, los fuegos irrumpen en nuestro horizonte. Nos saludamos, prometemos mantener el contacto y encendemos el botón. Disfrutamos, lo sentimos. La ceremonia de apertura ha llegado a su fin. 70.000 almas gritan alocadamente.

Nacho Amiconi

Nacho Amiconi

El cielo se ilumina. El puente vibra de emociones y sensaciones encontradas.

Los juegos han comenzado. Los sueños se han despertado. Brasil vive una verdadera fiesta y su gente se lo agradece. Otros lo lamentan. Pero ninguno pasa desapercibido.

Nuestro trabajo finaliza. Tenemos la hoja lista, dibujamos la sonrisa. Caminamos hacia el subte y nos despedimos. Volteamos para definir el recuerdo. Inmortalizarlo. Río de Janeiro despierta.

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4 comentarios sobre “Ciltius, Altius, Fortius: Habemus Jogos

  1. hermosa nota! las dos caras de un país en crisis pero que no deja de ser una fiesta! gracias por hacer que parezca que estamos allá con tu relato!

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