Otro día más en el planeta Olímpico

Por Nicolás Barbieri – 

La historia de los juegos olímpicos tiene un lema inmortalizado. Cuando en 1896 el Barón Pierre de Coubertin inmortalizó el evento y marcó una era en el paso del olimpismo, la línea comenzaba a empolvarse. Como en cada competencia, en cada sueño. Explicar lo que es vivir desde adentro un evento de este tamaño no alcanza. Hay que soñarlo, dejarse llevar.

Río de Janeiro de amanece teñido de miradas y se deja oír a cada paso. La caminata hacia las escaleras que nos llevan a la estación Siqueira Campos de la línea 1 son un idea y vuelta constante, e imagino, como en la vida de muchos deportistas, el sentido con el cual le dan color a la Villa Olímpica.

Es muy loco pensarlo pero muy fácil darse cuenta. En las orillas urbanas de Brasil existe una sola filosofía de vida: Comunidad. Las puertas imaginarias del barrio siempre están custodiadas. De día por la Brigada de Policía Militar, pero de noche, son siempre las mismas caras. Todavía no se sus nombres, (no creo que alguna vez los sepa), pero sí nos entendemos al saludarnos, el idioma de miradas es el mismo.

Cada instante es pausado. Cada minuto se convierte en un instante, en una sensación. El viento sopla en la terraza de Euclídes de Rocha 855. Banderas de muchos países se mueven en sintonía. Pero hay dos en particular que se entrecruzan. Grecia y Brasil. Pasado y presente. Inicio y futuro. El ayer, y el hoy. El comienzo y la rúa. La calle, el camino. En Brasil la historia ha revivido…

En la actualidad más de 750 favelas pertenecen al gobierno de Río de Janeiro, aunque es difícil hablar de pertenencia, cuando en el morro, muchos no cuentan. Se estima que el 43% del gasto invertido en los Juegos Olímpicos ha provenido de las arcas del poder público. El restante 57% del sector privado. Resulta exagerado pero en el índice poblacional menos de un cuarto de los habitantes tienen el domicilio allí. En los últimos 20 años se han triplicado los asentamientos sobre el morro carioca y la cantidad de gente que habita las alturas de la segunda cuidad más poblada de Brasil.

Muchas cosas pasaron desde la victoria de Del Potro sobre el número uno del mundo, el serbio Novak Djocovik. El desgarrador grito de José Montesano que invadió el Maracazinho en el triunfo del voley vs Rusia, junto con la dorada con carácter sempiterno que logró Paula Pareto. Argentina ha puesto primera en la trigésima edición de los modernos, de eso no quedan dudas.

Es inmenso ver ganar a Michael Phelps su vigésima segunda medalla de oro. El «tiburón de Baltimore» rompe los dígitos.

El tiburón de Baltimore ya suma 23 medallas de oro. Soberbio.

El tiburón de Baltimore ya suma 23 medallas de oro. Soberbio.

Su temple en los momentos determinantes lo han convertido en sabiduría pura. Siempre al acecho. Como si estuviera en alta mar y no en una piscina olímpica. Le da a Estados Unidos, la medalla que vence el eufemismo de adelantar a China en los logros olímpicos. Y es que los yanquis ahora lideran el medallero con 11 medallas de oro.

A minutos de llegar a las 12 del mediodía, el sol se entrecruza entre las edificaciones del morro Zona Sur. La lluvia ha cesado, los sueños limpios y renovados de los deportistas, vuelven a ser la escena principal. Habemus Jogos.

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