La argentinidad al palo, parte 1

Despertarse, lavarse la cara, poner la pava y despertar a los chicos. Una cotidianeidad en Euclídes de Rocha 855. Una costumbre argenta que se disfruta mucho más cuando uno está lejos de casa. Hace días que las horas pasan lento, rompen con el famoso dicho de que «todo lo que uno disfruta termina rápido». Acá eso no es cierto. Los días se cargan de aventura, se alegría y viajes interminables. Idas y vueltas constantes. ¿Dónde quedó la tarjeta? ¿Las llaves? ¿El desodorante?… Son las 6:55 Am en Copacabana. Nos preparamos para un día largo repleto de actividad argentina en Barra de Tijuca, la zona olímpica. El Morro do Alemão todavía sigue cubierto de neblina. No exagero si les digo que es posible jugar con las falsas nubes que recorren las alturas de la morada. En la mañana, la Cuidad Maravillosa también es hermosa.

Después de 142 escalones, llegamos a Santa Clara, derecho a  estación subte Siqueira Campos y hasta el transporte BRT que nos deja en el centro deportivo de Barra. Todo muy bien organizado, todo muy puntual. Habrá cosas para criticar en estos juegos olímpicos, pero si hay algo que no se discute, es la buena movilidad que Brasil puso a disposición para quienes llegaran a disfrutar de este multitudinario evento.

Al bajar del colectivo el calor del público ya se siente. Si bien todavía falta para que El Alma, Del Potro y Los Gladiadores compitan, poco a poco, el Parque Olímpico se va tiñendo de celeste y blanco. Los voluntarios nos reciben con megáfonos y  sonrisas a orillas del Lago de Jacarepaguá. Los juegos ya transitan la segunda semana de competencia y si bien muchos campeones ya se han definido, en la mayoría de los deportes colectivos todavía no se sabe quien se colgará la preciada medalla de oro.

Al llegar al sector de chequeo, la zona está complicada. La regla es simple. Poca gente, mucho control. Un micrófono, el cubo y una filmadora se convierten en delito. Los carteles lo dicen en tres idiomas. Inconfundible. «No se permite filmar», «You are not alowed to film», «Você não pode filmar». Lo confieso, por momentos tuve miedo de perderme el mejor partido de handball de mi vida.

Francia y Croacia jugaban en unas horas. Dos veces final olímpica (2004 y 2008), clásico europeo. De un lado, «Les Experts», del otro el conjunto croata con hambre de gloria. La última derrota olímpica de los franceses había sido justamente con Croacia en Atenas 2004. La historia se volvía a repetir, pero esta vez en la cuarta fecha de la primera fase. Karabatic, Dunvjak y Abalo se ataban los cordones y en la zona de control, los policías se convertían en gorriones: «Você não podar passe», no mucho que agregar, había que actuar rápido.

En esos momentos donde la suerte de tu lado aparece mágicamente un voluntario. Geera. Simpático, salvador. Me empieza a hablar en inglés. Le explico que manejo el idioma pero que si es despacio mejor. Me entiende. Nos entendemos. El también es periodista. Sabe lo que es dejar un equipo y pensar que capaz, nunca vuelvas a verlo. «No te preocupes, déjamelo a mí así podes pasar a ver el partido y a la salida lo pasas a buscar». Lo pienso varias veces y decido hacerlo. Confió en él. Algo en su cara me genera confianza.

Luego del partidazo (quedará para otro emotivo momento) emprendo la vuelta. ¿Lo encontraría? ¿Todavía lo tendría? Eran preguntas que se me venían a la cabeza, una y otra vez. No era un día para echarse a perder. Geera todavía seguía allí. Su cara al verme me tranquilizó. Se hizo a un costado, abrió su bolsillo y me lo devolvió con una marcada sonrisa:«Good luck men»

La suerte estaba de mi lado. Había podido ver el partido de mi vida, pero sin filmarlo. Sin grabarlo. Algo me dejaba abierto a la espera. ¿Cual seria la manera de pasar? ¿Podría?… Estaba en Río de Janeiro en los juegos olímpicos. Seguro sea ilógico pensarlo o incluso hacerlo, pero no cabían dudas de que era el momento.

Continua en parte 2…

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