Una victoria que promete

Seguramente el día anterior, cuando se enteraba que le vería la cara al número uno del mundo, en primera ronda, Juan Martín Del Potro habrá pensado que la suerte le era esquiva.

Como cuando horas antes del partido, el ascensor de la Villa Olímpica se detuvo y lo dejó encerrado durante 40 minutos hasta que el equipo masculino de Handball lo sacara del lugar.

En Londres 2012, Del Potro había estado muy cerca de acceder al partido por la Medalla de Oro, pero en un duelo memorable, Roger Federer lo superó por 16 a 14 en el set final y dejándolo sin chances de jugar la final.

En el partido por la de bronce, el tandilense, 145º del mundo, con quién se especulaba que su estado físico no estaría al 100% tras batallar en semejante partido. El tenista argentino le ganó a Novak Djokovic por 7-5 y 6-4, y le arrebató el tercer puesto al serbio, en lo que significó la primera medalla de la delegación durante el ante último juego.

 

Captura desde la cabina en el momento de la derrota

Captura desde la cabina en el momento de la derrota

Este año, el objetivo para el número 1 del mundo estaba claro. Mantener el liderazgo en el ránking mundial, ese puesto en la élite del tenis mundial al que llegó para quedarse, y entre otras cosas, conseguir lo que hasta ahora nunca había conseguido:
Roland Garros, el grande que se juega sobre el polvo de ladrillo de París; y la medalla dorada en Río 2016.

En Beijing ’08 había alcanzado la presea de bronce, y en Londres, la torre de Tandil le amargó el sueño de subirse al podio en la catedral del tenis.

Además, llegó a Río para recobrar esperanzas y algún sueño olvidado.  Después de significativas lesiones, el oriundo de la ciudad de Tandil volvió para ganarle al más grande, al serbio Djokovic.

Pero “la suerte es amiga de la acción” y Del Potro salió a la cancha central del estadio montado en Barra de Tijuca y desplegó  su derecha. Atacando constantemente a Nole. Con su saque, no permitió ni un asomo de posibilidad de quiebre para el serbio, y en el juego, contabilizó 41 tiros ganadores (15 más que Djokovic), casi todos de derecha, su golpe más potente.
Fue en doble tie break. Nole le dio chances de quiebre, pero no las concretó. 7-6 y 7-6. Y así, a la segunda ronda de Río.

Como en Londres, Del Potro fue una piedra en el zapato para Djokovic, que se había mostrado confiado y mentalizado en lograr el oro en el primer juego olímpico de Sudamérica. Hasta la red, en varias ocasiones, e incluso en el punto final, jugó para el lado del argentino. Y allí se abrazaron. Y ambos lloraron. Uno por la tristeza de no regalarle una medalla al país con el que, vale recordarlo, ya consiguió una Copa Davis, el máximo torneo de selecciones.
Y el otro por la emoción. De sobreponerse al número uno, a las lesiones, y al sorteo que parece serle esquivo porque en este momento se enfrenta a Rafael Nadal en dobles, mientras que en singles le ganó a Joao Sousa. 

 

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